viernes, 21 de diciembre de 2012

Que el fin del mundo, te pille bailando

“Aquí seguimos… ¡malditos Mayas!” escucho murmurar esta mañana ante el jovial “buenos días” del dueño del bar. Levanto la mirada discretamente, le observo: hombre, más bien bajo, de unos 60 años, complexión delgada, pelo entrecano, ropas desgastadas, un poco encorvado, manos toscas, expresión amarga. Entonces me acuerdo de los Mayas… ¡pobrecillos!, si llegan a saber la que se ha liado en Occidente… bueno, supongo que se habrían echado unas risas. Llegadas de ovnis, meteoritos que inciden en la tierra, refugios para el apocalipsis, que si el Pico de Bugarach que escapará al supuesto cataclismo, el bote salvavidas del hombre holandés que, con todos mis respetos, tenía pinta de matarile, fortalezas, arcas de Noé y hasta nerviosismo. Mientras, en México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice, ajenos a toda esta patraña, se preparan mediante ceremonias folclóricas, teatrillos, danzas, para despedir el último sol de su era, un periodo de 5.200 años en el antiguo calendario de su civilización y dar comienzo a algo así como el 13 B’aktun. Vamos, lo que es empezar a contar otra vez, nuevo periodo, borrón y cuenta nueva, reanudamos como las otras 12 veces, tranquilité.

Los Mayas, conocidos y descritos muchas veces como auténticos sanguinarios, eran también una de las culturas mesoamericanas más importantes, que se vanagloriaban por tener profundos conocimientos de los ciclos celestes. Dejaron su huella en monumentos, escrituras jeroglíficas, códices, cerámicas, modos de vida, glifos… pero está claro que su idea del fin de la era, no es la misma idea que nosotros hemos tomado de destrucción y caos. Muchos, no obstante, sonreían al coquetear los pasados días con ello, y quizá, por qué no, hasta pensaban que no era tan mala idea. Desahucios, despidos, recortes, desesperación, impotencia, pesimismo… y de repente ¡¡¡PUM!!! Se acabó todo, también los problemas.

“No sea usted así” le contesta una señora que sujeta descuidadamente el carrito de la compra aún vacío. “Que mañana es la lotería, piense que igual se le inicia una era mejor”, el hombre le mira escéptico, “igual no ha comprado boleto” ríen algunos del bar. Bajo la cabeza y me sonrío a mí misma, a la vez los pies me comienzan a danzar solos bajo la mesa, las piernas me tintinean y se balancea ligeramente mi cuerpo en la silla, agito como una batuta la cucharilla dentro de la taza de café y suelto el periódico para sostener con el puño cerrado la barbilla, tontamente comienzo a tatarear como el ronco Sabina “Que el fin del mundo, te pille bailando… que el escenario te tiña las canas… que nunca sepas, ni cómo ni cuándo, ni ciento volando, ni ayer, ni mañana…”

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