jueves, 25 de abril de 2013

El sueño del parado todavía es volver

España es la monda. El dato es alarmante, pero siempre conseguimos sacarle la chispa a todo, por malo que sea. 6.202.700 es el número que representa los parados de esta nuestra tierra suicida, en el día de hoy, soleado, cómo no. Para hacerlo más entendible uno de los periódicos más leidos del país nos hace unos símiles curiosos, jocosos, 6 millones de parados en fila duplicarían la distancia entre la Puerta del Sol y el centro de Berlín, también si los situamos en fila cubrirían la distancia entre Córdoba y Moscú, llenaríamos con ellos 70 veces el Bernabéu, 130 veces la Puerta del Sol... y así más y más comparaciones que se dan en la citada noticia en que parece que se divierten jugando con los parados, moviendolos o recolocándolos de un sitio a otro como que fuesen personajes de los Sims. Bromas a parte, que no está el país para ellas, los datos que se extraen del resto de noticias me dejan helada.

Las secuelas de esta perversa y encima larga crisis están siendo brutales. Si en 2008 y 2009 el perfil que se demandaba para perder el empleo era el de jóvenes menores de 35 años con poca formación y trabajando temporalmente en la construcción, esta segunda sangrienta sacudida ya no diferencia entre edades, formación, sectores, tampoco género -no se vaya a liar- y bate a personal hasta ahora inmune. Si la desconfianza en el euro trajo consigo dietas de austeridad en toda Europa, las de España se tradujeron en la caída de puestos en el empleo público. Desahogos pocos durante los años pasados, más bien la cuerda que se ciñe más sobre el cuello de aquellos que llevando más de dos años sin encontrar empleo pierden también sus prestaciones. Ya ni siquiera los extranjeros se quedan, los inmigrantes que antaño venían jugándose la vida en pateras, con la esperanza de la próspera España se van ahora retirando por la puerta de atrás pues el paro les atiza con un 40% de extranjeros desempleados en España. La tasa de desempleo supera el 27%, entre los jóvenes el 57%. Y puedo imaginarme la desquicia de aquellos que lo sufren, las miradas que pierden su color para ver un escenario pesimista en blanco y negro. Las intenciones por soltar el fantasma de desesperación que les persigue. Y el miedo al futuro, o al no futuro. O quizá es como yo les veo, pues no puedo por menos que mirarles de esa forma, con la mirada teñida de tristeza y desaliento.

Recuerdo un correo de hace pocos días, en que un conocido me comentaba cómo su novia había encontrado trabajo en Chile. Otra joven que se marcha, pensé, de este país que no te da ni siquiera la posibilidad a elegir, que simplemente y sin pesar te echa a patadas. El chico se lamentaba de la situación actual, de cómo esa chica -al igual que muchos jóvenes españoles- puede que brillante o no, pero con ganas, con ilusión por comenzar a formar parte de algo, con talento seguramente tenía que resignarse a ver cómo los que mueven los hilos la dejaban marchar sin detenerla. ¿Acaso somos jóvenes nacidos en el tiempo equivocado o el lugar equivocado?. Tenemos la mejor materia prima, chicos y chicas que aún cándidos, frescos, jóvenes entran en universidades decididos a esforzarse día a día, trabajando para conseguir sacar sus carreras adelante, interesándose por su país, por permanecer en una tierra sin presente ni futuro, dispuestos a debatir asuntos que les preocupan, con el sueño de poder devolver algo de lo que se les ha dado cuando eran más pequeños, cuando se enorgullecián de formar parte de ella.

Pero no les cuidamos, les formamos para luego dejar que otros los expriman y sabemos que son válidos, pero no es suficiente, porque esos chavales ya han crecido y se dan cuenta de que no hay posibilidades donde ellos sí querrían estar, asique ahora, frustrados y amargados pero con aptitudes hacen -ójala a tiempo- sus maletas para salir pitando de este país enfermo. Para intentarlo fuera, lejos -o muy lejos- y no son los primeros. Saben que eso es lo que les toca si no quieren quedarse sirviendo cafés. Y dejan tras de sí familias fragmentadas, mutiladas, con miembros repartidos con suerte por Europa si no es por el resto del mundo. Y tontos, muy tontos, ingenuos, infantiles, todavía sueñan, con el momento en que vuelvan, porque cuando la situación del país los monta en ese avión piensan que volverán, claro que lo piensan, y hacen promesas a sus familias, prometen regresar a ese país que ya añoran y todavía quieren mientras él mismo los está desahuciando, pero no se dan cuenta aún. Y así por el camino a Londres o a Berlín o alguno de esos destinos que los tratará con mala uva, supongo que recuerdan la canción de Gardel que su padre les ponía de pequeños en el coche al ir al colegio: "Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar..., Y aunque el olvido, que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón..."

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